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Ser testigo de una muerte

Por primera vez, desde mucho tiempo, ya he conseguido esta oportunidad de imprimir estos pensamientos a una forma mas permanente y accesible. Desde que yo empecé con este camino que se llama "internado" muchas cosas acontecieron con una rapidez que no me he conseguido darme cuenta plenamente. Es como una sensación de que muchas cosas que yo tenía que terminar se hayan terminado sin dificultad ninguna. Es como, muchas cosas y situaciones a las que tenía miedo antes, se hayan convertido como fáciles.

Pero, todavía, sigo estudiando, haciendo esfuerzos para que mi pasión que hacer mas ancha mis horizontes y ampliar más alla mi conocimiento general no se apague dentro de todo que hago yo en el hospital, dentro del estrés que sentimos con mucha frequencia. Es dificil mantener esta pasión si se tiene que dedicar al deber mantener vivo a los pacientes, cuidarlos, y a la vez asumir el papel de ser ayudante, enfermero y doctor.

Pero hay un papel muy dificil que todavía me cuesta tener. Es ser un testigo de una muerte. Y encima de todo, la muerte fue de uno de mis pacientes bajo de mi atención. De repente, este paciente mío se notó con sangre saliendo por el anus. Es posible que una hemorragia se está empezando. Y me dí cuenta de repente lo que puede acontecer siguiente. Hicimos todo lo posible para ayudar al paciente restaurar su volumen original de su sangre. Pero continuó la hemorrhagia sin pararse. Ya probamos todo dentro de los recursos que tenemos, y no fueron muchos debido al escasez en el que sufrimos todos en el hospital público.

La verdad es que, me duele mucho ver a un paciente morir.

Cuando descubrí que se ha perdido su frecuencia cardiaca, el drama ya comenzó.
"Code!" Eso lo decimos cada vez que tenemos que resucitar a un paciente.
Y la carreta que contiene las necesidades para este code ya viene. Sondas. Muchas sondas.
Han de introducir una sonda a su canal respiratoria para ayudarle a respirar mejor y para proteger la canal contra el reflujo de cualquier líquido que puede causar una aspiración fatal. Uno de nosotros le toca a él hacer compresiones para imitar la frecuencia cardiaca que ya se perdió por una causa a la que queremos combatir y resolver. Se me tocó a mí a hacer estas compresiones muchas veces despues. Hacer estos compresiones me cuesta mucho pero es como transmitir un poco de mi vida para resucitar otra. Me cansa hacer esto, mucho. Pero ya no me importó mucho, basta que mi paciente sobreviva.
Y el drama continua.
La búsqueda de un veno ideal para empezar un acceso intravenoso. Es una búsqueda bastante dificil, ya que tenemos un paciente bastante deficiente de sangre, por falta de su hemorrhagia pulmonaria. Ya vimos su sonda endotraqueal llenada de su sangre.
Puede que todo esto nos ponga nervioso, nos de estrés y presión, pero todo no se movía de sus pies. Todo se está haciendo todo para acercarle a paciente a la seguridad de retener los signos vitales, y disminuir la posibilidad de que muera.
Pero los esfuerzos no ayudan.
Y luego, despues de 20 minutos, lleno de la esperanza de que mi paciente viva y sobreviva esto, se declaró que el equipo no fue capaz de restaurar sus signos vitales. Es decir, mi paciente ya murió.
Necesité unos minutos antes de que me diera cuenta que todo ya se acabó. Mi paciente, que antes de todo esto se estaba quejando porque yo vine otra vez para extraer una muestra de su sangre. Que, antes de todo esto mostraba él a su madre su indignación de estar allí en el hospital. Que, antes de todo esto, tiene a su madre muy amable, que con muchas ganas, me está hablando de muchas cosas, siempre con la voz muy alta, las sonrisas que llegan hasta los oídos, las bromas que les da mucho animo a los otros pacientes.
Ya, no tengo un paciente que queja mientras le estoy usando mi jerenguilla.
Ya, no tengo una amable amiga con la que comparto mis dificultades, y dentro de estas, muchas sonrisas.
Ya, es tiempo de terminar la resucitación. De hacer cerrar los ojos. De remover las sondas, todas las sondas. De darnos cuenta cuantos litros de sangre se le perdió. Y por fin, poner el mantel, y embalarlo de él. Y escribir por encima de su cuerpo envuelto su nombre, su hora de fallecimiento, y su diagnosis último.
Cuando perdimos a un paciente, no hay tiempo de estar de luto. Aunque tuve muchas ganas de llorar en este mismo momento, no pude. Hay que estar valiente, tener coraje ante todo esto.
Esta es la carrera que elije. Para que todos de mis pacientes escapen de este escenario.
Y ahora, ya me dí cuenta, que antes de que yo mantenga a mis pacientes vivos, tengo que ver uno de mis pacientes morir.

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San Ignacio, reza por el alma de mi paciente, y su familia. Amén.